LABORES EN EL HUERTO
Las labores que deben
realizarse en un huerto de dimensiones reducidas son, en principio, las
mismas que en cualquier otro huerto, aunque la menor disponibilidad de
espacio impide utilizar maquinaria. Muchos trabajos deben realizarse, por
tanto, de forma manual, pero no constituyen un esfuerzo cxcesivo
y muchas veces contribuyen a aumentar el placer de esta actividad pues el
pequeño horticultor casi siempre considera esta variante de la horticultura
una afición satisfactoria por sí misma.
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Herramientas |
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Para el huerto al aire
libre, la pala es una de las herramientas esenciales para realizar gran parte
de los trabajos más pesados. Si el espacio lo permite, una pequeña carretilla
es de gran utilidad para transportar plantones, estiércol y tierra de un lado
para otro. La azada y el bieldo son otras dos herramientas que suelen
acompañar al horticultor. Con la primera se hacen trabajos en la superficie
del suelo y también pueden excavarse hoyos, mientras que el segundo se emplea
para mullir la tierra y recoger diversas hortalizas, sin dañarlas.
El rastrillo es muy útil
para distribuir de manera uniforme una capa fina de tierra al sembrar o para
repartir el estiércol, así como para retirar bojas o igualar pequeños
desniveles. Para eliminar las malas hierbas en las hileras se usa el legón,
que exige trabajar inclinados. Es también muy útil un trasplantador, sobre
todo cuando se trabaja con recipientes y cajoneras. Las tijeras de podar
sirven principalmente para cortar frutos al hacer la cosecha y recortar los
listes de especies como los guisantes o judías. Por último, una
herramienta casi imprescindible en el huerto, sobre todo si es de pequeñas
dimensiones, es la regadera. Debe tener una capacidad de |
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Labores de mentenimiento |
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El huerto, por pequeño
que sea, requiere una atención mínima, incluso durante las épocas en que se
interrumpe la temporada vegetativa de las plantas. Básicamente, todas las
labores consisten en preparar el terreno para un cultivo, hacer la siembra o
plantación, cuidar el desarrollo de la hortaliza y recogerla. Lo que hay que
hacer es adecuar la época para cada una de estas actividades a la especie de
que se trate y combinarlas del modo más racional posible, no sólo por las
afinidades o incompatibilidades que presente cada vegetal, sino también por
ahorrar tiempo y esfuerzos. Con todo, cada estación tiene trabajos propios. La rotación de cultivos,
en sus líneas fundamentales, es aplicable también al huerto pequeño, aunque
si las dimensiones son muy reducidas, el uso adicional de recipientes y la
posibilidad de modificar la naturaleza del terreno (por tratarse de
cantidades relativamente pequeñas, algo inviable en los cultivos en grandes
superficies) nos permite soslayar en buena medida estas limitaciones. La alternancia, o
rotación de los cultivos, no es más que evitar cultivar un mismo tipo de
hortalizas en la misma parcela durante años sucesivos. El motivo es doble,
por un lado impedir que la tierra se agote en exceso por consumo predominante
de un determinado tipo de nutriente; por otro, muchos insectos perjudiciales necesitan más de una temporada para completar su ciclo
vital, por lo que si antes de que éste finalice hemos cambiado el cultivo, no
pueden completarlo y mueren.
En la rotación de los
cultivos podemos seguir una regla general simple: haremos tres grandes grupos
de hortalizas, las de raíz, las coles y otras crucíferas y las restantes
especies. La alternancia consiste en cultivar en cada parcela uno de estos
tres tipos cada temporada sucesiva y combinarlo de modo ue
no coincidan en parcelas próximas. Por ejemplo, si en un terreno hemos
cultivado coles, la siguiente temporada no plantaremos en él nabos o rábanos
(pues también son crucíferas), sino remolachas o zanahorias (que son
hortalizas de raíz), o bien apios, puerros o lechugas. Cuando acaba la temporada
y se inicia el invierno, después de las últimas cosechas, llega la hora de
hacer una limpieza general en el huerto y cavar el terreno para airearlo. En
regiones de inviernos fríos, las heladas ayudan a desmenuzar la tierra.
Durante este periodo de inactividad, es el momento de planificar con cuidado
los cultivos para el nuevo año y reparar las herramientas si es necesario.
También podemos hacer aquellos trabajos de construcción que más tarde será
imposible realizar, como tender una cañería para que llegue agua hasta el
extremo del huerto o construir elementos protectores. De todos modos, es
posible que alguna parcela siga con cultivos tardíos, como coles de Bruselas,
espinacas, coliflores o escarolas. Su cosecha se irá escalonando durante toda
esta estación. Hacia finales del
invierno puede comenzarse a estercolar y abonar, después de haber cavado bien
la parcela otra vez. También es la época de iniciar las siembras, por ejemplo
de guisantes rústicos. Con la llegada de la
primavera se completan las cosechas de las hortalizas de invierno y comienzan
las siembras. Guisantes, habas o rábanos al exterior y lechugas, apios,
coliflores o puerros bajo abrigo. Además, se harán plantaciones de ajos. Hay
que continuar trabajando el suelo para preparar nuevas plantaciones y abonar
otra vez, pues con la llegada del buen tiempo las plantas crecen y necesitan
muchos nutrientes. Las labores son similares
durante todo el resto de la primavera, debiendo cuidar, además, los
semilleros que queden al exterior, para evitar que los pájaros y otros
animales puedan destruirlos. La eliminación manual de las malas hierbas es
importante para que estas plantas no roben los nutrientes a nuestros cultivos
y evitar que lleguen a fructificar, pues entonces su multiplicación sería
imparable. Es una labor que sí se lleva a cabo cada día nos ocupará poco
tiempo. Lo mismo ha de hacerse con las plagas, evitando así el empleo de
insecticidas y otros productos químicos. A medida que queden
parcelas libres de variedades tempranas se harán siembras y plantaciones
adecuadas a la estación. Al iniciarse el verano
podremos recoger guisantes, habas, lechugas, rábanos, espárragos fresas,
tomates, etc. Hay que sembrar pepinos, calabacines, escarolas, endivías, zanahorias y otras especies que recolectaremos
un par de meses después. Todos estos trabajos se continúan hasta el comienzo
del otoño. Con la llegada de esta
estación se recolectan muchas de las siembras de primavera y verano y hacen a
su vez las de vaedades resistentes o de invierno.
También hay que comenzar las primeras labores de limpieza y preparación del
terreno para el invierno. El agua la necesitan
todas las plantas, pero no en igual medida. Algo tan evidente es a menudo el
motivo de fracasos, como son unos tomates acuosos e insípidos o unas
zanahorias correosas. Si las hortalizas se cultivan al aire libre en
parcelas, conviene agruparlas (además de tener en cuenta sus afinidades o
contraindicaciones) en función del agua que necesiten, de modo que todas
reciban la cantidad necesaria. El empleo de recipientes (cubos o similares)
permite una de limpieza y preparación del dosificación más individualizada. Los dos métodos de riego
más adecuados para el huerto son el de aspersión y el de infiltración
lateral, al que podemos añadir el de goteo cuando se emplean cubiertas para
determinadas hortalizas. Conviene seguir algunas reglas generales para evitar
problemas y para racionalizar el uso del agua. Así, durante las épocas de más
calor deberá evitarse hacer el riego cuando el sol está alto, pues la
evaporación es muy elevada. Además, si se hace rociando directamente las
plantas, las pequeñas gotitas actúan a modo de lentes y llegan a quemar los
tejidos. La mejor hora para hacerlo es, por tanto, el atardecer o por la
noche. También hay que evitar que el agua esté demasiado fría, como suele
suceder en verano si se recoge directamente de un pozo. Si se emplea una
regadera, se deja algún tiempo al sol para que se caliente. Para regar con manguera,
se utilizará un aspersor, pues el chorro directo tiene una gran fuerza y en
ocasiones rompe y daña las hortalizas. Otra norma general es no regar cuando
está próxima la cosecha y tampoco hacerlo sobre el terreno donde crecen hortalizas
de raíz, ya que podrían producirse enfermedades como la podredumbre. |
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Lucha contra plagas y enfermedades |
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El huerto pequeño, por
sus propias dimensiones, no da lugar a la aparición de las plagas
características de los grandes cultivos, pero eso no evita que se vea afectado
por las mismas procedentes de zonas próximas. Sin embargo, por tratarse de un
huerto generalmente de aficionados y donde suele cultivarse una gran variedad de
hortalizas, no tiene sentido recurrir a medios químicos, no sólo costosos
sino perjudiciales para ciertas especies, y que exigirán un cuidado especial
a la hora de recoger la cosecha destinada a nuestro consumo. Si en la región se ha
desarrollado una determinada plaga, que los horticultores combaten con ayuda
de insecticidas u otros plaguicidas, la solución más racional para el pequeño
huerto de aficionado es muchas veces renunciar a ese cultivo concreto, pues
existe una amplia variedad de otras opciones. Otra posibilidad es realizar el
cultivo bajo cristal, ya sea en campanas o invernadero, pues al crear un
ambiente aislado de influencias exteriores, podremos evitar el ataque de la
plaga. Cuando el huerto se
encuentra en una región practique la horticultura donde no se practique la
horticultura industrial, la variedad de los cultivos impide el desarrollo de
estas plagas. No obstante, pueden
aparecer problemas con insectos u otros invertebrados. La presencia de estos
animales debe considerarse reflejo de una situación normal en la naturaleza. Sin embargo, la
abundancia de alimento que producimos en el huerto atrae en ocasiones a un
mayor número de individuos. Para evitar que aumenten en demasía es suficiente
con realizar un control regular de las hortalizas y emplear algunos medios
que aunque sencillos son muy eficaces. El huerto biológico, de
popularidad creciente, presupone la renuncia a todo tipo de productos
químicos y abonos artificiales de los utilizados en la agricultura y horticultura
industriales. Es una opción para el huerto de dimensiones reducidas, y el
pequeño tributo que debe dejarse a los otros pobladores de la parcela
(insectos, moluscos, etc.) satisface con creces los beneficios que
proporcionan unas hortalizas con una mayor riqueza de sabores y libres, en la
medida de lo posible, de contaminantes. Cavando el terreno en invierno
(lo que destruye las larvas que reposan en tierra) y haciendo una rotación de
los cultivo (lo que impide que un insecto dañino complete su ciclo vital) se
logra protección suficiente, que se complementará con la eliminación manual
de las larvas o los insectos adultos que aparecezcan
ocasionalmente sobre las hortalizas. Existen métodos
tradicionales de gran eficacia, como las trampas para gran eficacia, como las
trampas para babosas y caracoles o para avispas, el cultivo de alguna planta
repelente para los insectos (el abrótano aleja a moscas, mariposas y
pulgones, la cidronela hace huir los ácaros, la cebolleta repele a los
pulgones, etc.), la colocación de hojas de retama entre las hortalizas para
expulsar a las orugas, el uso de redes sobre el cultivo para evitar que los
pájaros coman los frutos, etc. Un método que también
resulta muy útil en los huertos familiares es recurrir a la lucha biológica.
Bajo este nombre de apariencia técnica no se oculta más que una regla bien
simple, dejar que la propia naturaleza controles a sus pobladores. La presencia de un sapo
en el huerto debemos considerarla beneficiosa, pues su alimento son
precisamente los invertebrados que devoran nuestras hortalizas. Las populares mariquitas, que están experimentando un lento proceso de
desaparición y en muchos lugares ya son raras, son un enemigo mortal de los
pulgones. Infinidad de pájaros son insectívoros y su dieta lo constituyen
esos insectos que queremos eliminar. Si montamos unas cajas anidaderas cerca del huerto, es posible que alguna de
estas aves se aloje en ellas y durante la época de cría, cuando más alimento
necesita, será un activo "insecticida" inofensivo para las
hortalizas. Si, no obstante, se
quieren utilizar productos químicos, deben seguirse algunas reglas básicas.
En principio, se recurrirá a ellos sólo sí realmente es necesario y en tal
caso siguiendo de manera estricta las instrucciones que se indican en el
envase. En un establecimiento especializado de la zona nos aconsejarán sobre
los productos más indicados para cada problema. Hay que tener en cuenta que
muchos productos tienen un determinado tiempo de latencía,
es decir, de aetividad (o toxicidad), tras el cual
se inactivan. Por consiguiente, se
evitará su aplicación cuando la cosecha esté próxima, pues traeríamos a
nuestra mesa unos productos envenenados. Tampoco se utilizarán insecticidas
durante la floración, pues mataríamos insectos beneficiosos para la
polinización de las plantas y apenas eliminaríamos ¡os
perjudiciales. Una excepción a esta
regla es el azufre usado contra el oídio. larnpoco se aplicarán antes de llover, pues el agua
los arrastraría. Y no deben superarse las dosis recomendadas creyendo que así
se logran mejores efectos; al contrario, muchas veces dichos proííe íos pueden resultar
tóxicos para las ¡dintas.
Por último, no olvidemos que aunque se trata de sustancias químicas
destinadas a matar insectos, también son perjudiciales para nuestra salud,
por lo que si las empleamos es necesario tomar medidas de protección
personales (uso de guantes, mascarillas, etc.).
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Escardas |
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Se trata de una cava muy
ligera que sirve para mantener la tierra suelta, impudir
la formacion de grietas, costra y eliminar las
malas hierbas que vayan saliendo a lo largo del cultivo. La circulacion
del aire es mejor, el agua de lluvia y el riego se absorbe mejor, ya que en
la superficie sin labrar escurre sin llegar a profundizar. Esta labor de escarda se
puede aprovechar también para aporcar las plantas, acumulando un poco de
tierra al pié de las mismas, dandoles una mayor
estabilidad contra el viento; al mismo tiempo que protegemos las raices del frio, al mismo
tiempo que toma un color blanco la parte enterrado de algunas hortalizas. |
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Poda |
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Esta operación en
horticultura consiste en despuntar el tallo principal por encima de la 4-5
hoja con objeto de que ramifiquen y aumenten la producción
algunas hortalizas como son el tomate, pimiento, calabaza, melón,
sandía, etc., y eliminar los brotes auxiliares de las ramas para frenar el
desarrollo vegetativo, favoreciendo así la fructificación. |
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Tutorado |
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Esta operación consiste
en colocar un sostén a las hortalizas de tallos, trepadores o rastreros, para
impedir su contacto con el suelo, favorecer la aireación e iluminación de la
planta, así como las labores de riego, escarda, recolección, etc. Se pueden utilizar para
tal fin, cañas y ramas de árbol colocadas en forma de barrca
a las cuales se va atando con plástico con esparto o hilo las plantas. Hoy día se están
sustituyendo por mallas de plástico o alambre plastificado sujeto por unos piés derechos colocados a una distancia de |